jueves, 6 de mayo de 2010

AQUEL NIÑO CANIJO QUE JUGABA DE PORTERO

Un sábado cualquiera hace ya... aquel niño como muchos otros niños, se enfundaba una camiseta roja descolorida con una gran V en el pecho de color azul, unas calzonas azules, unas medias rojas con la vuelta azul, aquellas medias que eran eso medias, porque no eran como las de ahora, sino que cuando llegaban al tobillo se estrechaban y se sujetaban con la planta del pie, unas botas gastadas, con unos cordones tan largos que le tenía que dar cuatro o cinco vueltas alrededor de la bota, como se la amarraban lo figuras de antaño, unas coderas y unas rodilleras de algodón, ajustadas para que no se escaparán y cumplieran la misión de proteger en las estiradas y que te cortaban la circulación sanguínea y te dejaban brazos y piernas dormidos si no las estirabas de vez en cuando, y para remate unos guantes, de lana, donde las puntas de los dedos se traslucían, vestido para el partido esperaba a los amigos, jugábamos entre nosotros o contra el barrio de al lado, aquellos descampados cerca de Árbol Gordo, Santa Justa, La Corza, La Rosaleda o en el Colegio donde nos saltábamos la tapia y que cuando el portero estaba de buenas nos dejaba jugar pero sin armar escándalo, o en aquel campo enorme de los Salesianos de la Trinidad, para nosotros era enorme, aquellos tres palos, que para llegar de un extremo a otro tenías que hacer dos estiradas por lo menos, los tres palos, seguridad, decisión y reflejos, aquellas salidas a por el delantero tirándote a los pies y arriesgando la jeta en muchas ocasiones, los delanteros evocaban a sus ídolos cuando marcaban y los porteros a los suyos: ¡despeja Bonilla, portero del Sevilla!, ¡paradón de Busto!, ¡estirada de Rodri!, ¡paradón de Superpaco!
Aquellos años de nuestra infancia en los que la ilusión por ganar nos movía a jugar una revancha tras otra se fue desvaneciendo con la juventud y la madurez aunque sin desaparecer, pero como el tiempo todo lo cura, esa ilusión volvió a nuestros corazones con un gol, un solitario gol, un gol que todavía nos pone la carne de gallina cuando lo oímos, lo que vino detrás es para vivirlo, una y otra vez, desde entonces vivimos con esa ilusión y disfrutamos de ella, aunque algunos se lo estén perdiendo, aquellos sueños de chaval se han ido cumpliendo, uno tras otro, esas ganas de revancha, de victoria, de pelear hasta el último minuto han vuelto con más fuerza, hoy, desde la grada, desde las peñas, desde cualquier parte donde haya un sevillista viendo a su equipo, éste se estirará, golpeará, pasará, buscará el pasillo, se agachará y saltará como cuando eran chavales, es el momendo de disfrutar como niños con la experiencia que nos ha dado el tiempo, así de simple, vamos relajarnos, o Champions o UEFA, al final siempre estará EUROPA.
Este sábado, todos los niños al Pizjuán, poneros vuestras viejas botas y las descolirdas camisetas y salgamos a dar ese empuje final que necesita nuestro equipo y todos nosotros, esta vez el cántico OTRO AÑO IGUAL, OTRO AÑO IGUAL, no será para criticar al entrenador, ni al equipo, ni a la directiva, vamos todos de nuevo a una FINAL, jugaremos nuevamente en EUROPA y para la temporada que viene, aquel niño canijo que jugaba de portero quiere OTRO AÑO IGUAL.

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