¡Oh Capitán, mi Capitán!, es lo que se nos vino anoche a muchos sevillistas en esa final de vértigo de la Europa League (la UEFA, nuestra UEFA), al ver a Jesús Navas levantando al tercer anillo la sexta copa de la UEFA.
Una noche mágica, especial, surrealista, esperemos que irrepetible, la que sucedió anoche en el estadio Rehin Energie de Colonia (Alemania). Un estadio vacío sin más hinchada que los suplentes, cuerpo técnico y ayudantes de cada club, un ambiente extraño, muy extraño, para lo que suele ser una final de esta índole y más para una afición como la sevillista que tuvo que conformarse con verla por la televisión o escucharla por la radio, pero que, seguramente, todos y cada uno, se enfundó su camiseta de las finales anteriores, la de la suerte, y cómo no, su bufanda.
Venía el Sevilla FC de un final de liga un tanto ambiguo y que, para asombro de muchos, esos que antes de que empezara la pandemia nos veían jugándonos el descenso y fuera de puestos de Champions incluso de la Europa League (según sus cuentas), pero que para alegría de muchos y sobre todo de los sevillistas, supo enrocarse en ese escudo y esos colores para conseguir la cuarta plaza empatados con el tercero (esos goles anulados, jejeje) y pasar cuartos de final de nuestra liga particular europea en la que somos los reyes, después de vencer a la Roma por dos a cero.
Fue en ese momento cuando pensé “Se me antoja una Supercopa”, loco, me llamaron loco, pero... como en la primera UEFA, me decía ¿por qué no?, así he estado estos quince días, vendiendo la piel del oso no, porque no dije nunca que fuéramos a llegar a la final, simplemente que veía al equipo convencido, convencidos por un Julen Lopetegui que ha sabido jugar tácticamente cada partido con dos visiones diferentes, una con la referencia que tenía desde la portería en sus tiempos de futbolista y la otra desde la perspectiva que le da el puesto de entrenador, saber en cada momento qué y cómo había que jugar. No lo tuvo fácil a su llegada a Nervión, pero el tiempo le ha dado la razón.
Han sido quince días de locura, yo diría que han sido como los de la primera UEFA, por la emoción contenida, el deseo de poder estar en el campo animando por parte de la afición, esa alegría y euforia contenida, sin poder transmitírsela a los jugadores, que a buen seguro la han recibido a través de las redes sociales, eliminatorias a un solo partido, todo o nada, tres partidos y en los tres con penaltis en contra. Cuartos de Final: Sevilla FC 1-Wolveshampton 0 (paradón de Bono en el penalti), Semifinales: Sevilla FC 2 - Manchester United 1 (tocó remontar) y la gran Final entres Sevilla FC 3 - Inter de Milán 2.
Una Final en la que el 99% de la prensa mediática daba por favorito al Inter, seamos realistas, los que daban por favorito al Sevilla FC lo hacían con la boca pequeña, de nuevo nos enfrentábamos a otro “coco” de Champions, más que Europa League parecía que estábamos en Champions, lo que nos ha venido bien para saber el nivel al que deberemos competir el año que viene.
Cinco minutos tardó el Inter en darle una alegría a toda esta gente, pero... quedaban 85 minutos, nosotros hemos remontado partidos quedando un suspiro, así que no había que alarmarse, eso es algo que la afición de nuestro Sevilla FC le ha reconocido al entrenador y al equipo, a no desmoronarse cuando el marcador va en contra, siguió el equipo en su juego, su fútbol, controlando y creando, mucho que decir del arbitraje pues no midió con el mismo rasero las faltas realizadas por D’Ambrosio que no vió amarilla y Gagliardini, ese temple le hizo enhebrar una jugada siete minutos después en la que De Jong engancha un centro desde la derecha y cabecea casi a placer, enviando el esférico al fondo de la red, de nuevo el espíritu de tantos y tantos del tercer anillo aparecía para empujar a los sevillistas a creer en la remontada.
Transcurrían los minutos y el partido se fue haciendo eléctrico, intenso, con oportunidades y ataques para los dos equipos, hubo momentos en los que el Inter y SuperLukaku nos crearon mucho peligro, peligro que desbarataría una y otra vez Bono, San Bono, con salidas perfectas tapando todo lo intapable, arriesgando en el uno contra uno y desquiciando a los delanteros italianos. Pasada la media hora de juego, nuevamente un balón bombeado al área chica es cabeceado por De Jong ponién el balón allí donde nadie puede llegar, un gol de clase, los italianos no se lo podían creer, los jugadores discutían unos con otros. Pero, como suele pasar, poco dura la alegría en la casa del pobre, dos minutos más tarde, Godín marca el tanto del empate, mal por el árbitro que en el último minuto no dejó sacar un córner a favor del Sevilla FC claro.
Comenzó la segunda parte con el mismo tono que la primera, idas y venidas, ahora, además del tiempo, aparecía el enemigo más temido, el cansancio y las lesiones, no sería hasta el minuto 74 (casi como con el Manchester), en el que el Sevilla FC vuelve a la carga y envía un balón centrado que Diego Carlos rememorando otros tiempos, sin pensarlo, se dispusó a ejecutar una chilena que salió buscando el palo izquierdo de la portería italiana, Lukaku en un intento desesperado de despejar el balón solo consigue meterlo más si cabe en la portería, de nuevo, como dije frente al Manchester (minuto 78) la vida es eterna en 12 minutos, aquí serían 16 más el alargue, ahora había que jugar otro partido, y se jugó, entre jugadores extenuados, cambios y balones perdidos por las bandas, el tiempo se fue consumiendo, de principio a fin, este Sevilla supo mantener la tranquilidad, la entereza y tiró de amor propio y de fe para llegar al final y consumar la victoria.
Todo esto ocurrió como aquella noche donde todo empezó, en un mágico Nervión, semifinales de UEFA, frente al Schalke 04, amigos para siempre, y en el que un jovencísimo Jesús Navas cambiaría de banda para que otro jovencísimo Antonio Puerta, enviara un balón con un efecto tan extraño que esquivó a un defensa para colarse en el fondo de la portería alemana, allí estalló la afición como lo hizo anoche, y en la que un madurado Jesús Navas, capitán de los sevillistas, dió otro recital de orgullo, de casta, de coraje, alzó la sexta copa de la UEFA al cielo eterno de Nervión, llamado Tercer Anillo.
No crezcas nunca, ¡oh Capitán, mi Capitán!
Dragos Sur. Hasta la victoria siempre.